Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

martes, 31 de mayo de 2011


TORMENTO

Yo quisiera tener
un corazón sin fiebre ni deseos,
apagada la luz de la esperanza,
sin fuerzas mi ilusión ni mis recuerdos...

Yo quisiera olvidar
el roce fugitivo de tus besos;
que existe la belleza de las almas,
que existe la belleza de los cuerpos...

Yo quisiera vivir
como viven los seres sin cerebro:
sin preguntarme nunca adónde voy
ni averiguar jamás de dónde vengo...

Yo quisiera tener
un corazón cansado y sin deseos
para que no me aturda con sus gritos
ni me atormente nunca con su fuego...

¡Yo quisiera olvidar
que existe la belleza de los cuerpos!
Que en el mundo hay almas como tu alma
y besos con la fiebre de tus besos...




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