¡NO ESTABAS, SEÑOR...!
-¡Señor...! Yo sé que te he visto.
Sé que estabas en el pálido
resplandor de las estrellas.
Te vi en las cumbres remotas
y en el confín de la ciencia.
...Y en el alma de las cosas
vi el misterio de tus huellas.
¡En todas partes, Señor,
se presiente tu presencia!
Sé que estás entre las cúspides,
los valles y las mesetas.
En los mares infinitos
¡y en el polvo de la tierra!
En el surco y en la espiga.
En las esperanzas ciertas.
En las sombras, en la luz
y en las intenciones bellas...
¡En todas partes, Señor,
se presiente tu presencia!
...............................................
Pero... ¡no! ¿Cómo es posible?
¿Qué fuerza venció a tu fuerza?
¿Por qué tus sueños de amor
han de ser ríos de pena...?
¿Quién pronunció aquel grito?
¿Quién dijo aquella blasfemia?
¿Quién a tu Paz a los hombres
opuso el grito de ¡Guerra!
¡No! ¡No es posible, Señor!
¿Cómo van a ser tus huellas
tantas ciudades en ruinas
y tantas criaturas muertas...?
¡Tú no has podido, Señor,
bendecir ninguna guerra!
Fueron... Luzbel y los suyos.
Los de la perfidia eterna.
¡Los que en pieles de cordero
llevan entrañas de fieras!
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Tú estás en la flor y el trino.
En la ancha copla serena.
¡Te vi en las luces del alba
y en las esperanzas ciertas...!
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