Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

domingo, 29 de mayo de 2011

algo de RUTA DE ESTRELLAS, con prólogo de Gregorio Gallego

Ocho poemas... uno para cada provincia de Andalucía. Un capricho, un trabajo de esos que nos imponemos a nosotros mismos y después nos sentimos chapeau al concluirlo...
No son mis favoritos estos versos, y sin embargo he querido transcribirlos, creo que iré transcribiéndolos todos, sin orden, o quizá en un orden que no tiene otra explicación que mi íntimo sentir.
  Este librito fue prologado por Gregorio Gallego, gran escritor, muy prolífico, autor de Los Caínes, novela que recomiendo a todos, incluso a los que no les guste la lectura, pues he conocido a gente que se ha enganchado a leer con ese libro en el que se habla de la lucha de un hombre que no quiere volver a la cárcel, de su esfuerzo por ser honrado a pesar de pertenecer a la familia de los caínes, quinquilleros expertos en todo tipo de timos y robos a pequeña escala... ; es un libro en el que yo, que tan bien lo conocía, encuentro el toque de mi padre: fue escrito cuando estaban juntos en el penal del Puerto de Santa María, y su influencia de hombre que, ante todo, cree en la redención y en los valores del Hombre, es patente.
   Gregorio Gallego escribía: Vega Álvarez es, ante todo y sobre todo, un poeta lírico de cuerpo entero, un vate de vocación que canta por necesidades imperiosas del alma; un hombre que conoce el lenguaje de las estrellas y vive tejiendo fantasmagorías y forjando quimeras. Y más adelante: En sus versos no hay angustias ni complejidades psicológicas (no olvidemos que habla de sus poemas de juventud); a lo sumo se percibe en ellos un arrullo de melancolía o un acento de rebeldía sofocada. ¿Es que Vega no siente la fuerza de los conflictos dramáticos...? ... Y, no obstante, en su espíritu se agitan tremendos conflictos que no aparecen en sus estrofas. ¿Prefiere resbalar sobre las superficies brillantes a soltar la válvula de su experiencia vital y revivir en estrofas rítmicas el vértigo de sus inquietas horas de aventuras ?... Esperamos que se aleje de las rutas trilladas del pintoresquismo y abandone la compañía de gitanos y demás esperpentos castizos que pululan por su fantasía y que -fuerza es pregonarlo en su propio bien y en el de los que anhelamos verle depurado de alamares, trabucos y castañuelas- es lo más superficial de sus desahogos juveniles.
   Y luego, ya refiriéndose a otros poemas de Ruta de Estrellas, Gregorio nos habla de El Barco Varado (un poema que siempre me emocionó particularmente porque sé que ese barco era, simplemente, él, el poeta encarcelado que miraba por la ventana de su celda). Dice Gregorio: Particularmente, El Barco Varado nos merece especial predilección por ser una alegoría palpitante de humanidad,en la que nuestro amigo respira con viril pesimismo por una de las heridas más profundas de su alma.
   Y ahora, volvamos al poemario, miremos la imagen y después conozcamos



EL BARCO VARADO

El barco, varado.
Las olas de plomo, rugientes y briosas
y el cielo, nublado.
¡El barco está anclado
en mares tortuosas!
¡Qué importa que el viento le azote con bríos
ni que hinchen sus velas los aires bravíos
que pasan, veloces, con rumbo ignorado!
La nave camina por aguas inciertas.
Navega sin ruta; sus hélices muertas
no cortan el mar... ¡El barco está anclado!
Se escucha un pregón en horas tempranas;
rumores de risas, canciones lejanas
y trinos gloriosos de un ave canora.
¿Quién canta? ¿Quién ríe? Del mar de la vida
¿qué senda perdida
otean las naves que buscan la aurora?
Los viejos marinos de tristes miradas
(que en duras jornadas
recorren los mundos que forja la Idea)
sonríen, alegres, de cara al ciclón.
¿La muerte...? ¡No importa! Por una ilusión
se da la riqueza, el bien, ¡lo que sea!
Y van arrastrando sus pálidas vidas
-monótonas, grises-por sendas perdidas
e ingratos caminos.
El mismo horizonte se traza a lo lejos:
ensueños que mueren y júbilos viejos
que trocan en mundos los bravos marinos...
..................................................................................................
¡Y el barco está anclado!
En el mar incierto
que el cierzo ha rizado
la vida dejó un barco olvidado
¡mas no un barco muerto!
Su casco en ruinas
(que el mundo contempla con penas endrinas
y extraño pavor)
tiene alma de hielo sin luz ni virtudes
y guarda ilusiones y mil inquietudes
en el interior.
Son hombres que marchan de cara a otros mundos:
espíritus fáciles y sueños profundos
con risas de niños y gestos de fieras...
No viven. No mueren. Su gran ilusión
le traza un destino incógnito. ¡Son
autómatas grises en grises hileras!
Rumores de risas y coplas lejanas;
miradas furtivas que tras las ventanas
con pícaros guiños les brindan las bellas.
Su vida es sólo eso: ¡mendigos de amores
que aquí sólo tienen trabajo y dolores
y allá en las alturas... un techo de estrellas!
Un gran cuadrilátero sombrío y rocoso
con alma de piedra y cuerpo herrumbroso
se muere de hastío del mundo apartado.
¿Qué importa que bese el sol sus cubiertas?
Sus hélices muertas
no cortan el mar. ¡El barco está anclado!



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