Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

miércoles, 15 de junio de 2011


VIDA ESTÉRIL

¡Qué pena del silencio
y de la noche fértil en palabras,
rica en imágenes, en surcos nuevos
y aventuras pasadas!

¡Qué pena de tener un sólo lápiz
-un viejo lápiz roto-
y una noche quimérica en el alma!
¡Qué pena
vivir siempre soñando
y soñar sin palabras!

Pasar por los caminos
con el viejo zurrón de la añoranza
y no tener siquiera
-¡qué pena!- ni una noche 
para nosotros solos,
un silencio, una luz... ¡ni una palabra!

Medir el negro tránsito
del tiempo por el blanco de las canas
y sólo por el hambre o por el sueño
saber que anda el reloj, que el tiempo pasa...



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