Este poema, escrito con todo el dolor del cautivo, fue uno de los que más llegó al corazón de quienes conocían su situación, porque ¿que eran ellos, los presos,sino barcos varados que contemplaban la vida aferrados a las rejas de las ventanas del Penal?
EL BARCO VARADO
El barco, varado.
Las olas de plomo, rugientes y briosas
y el cielo, nublado.
¡El barco está anclado
en mares tortuosas!
¡Qué importa que el viento le azote con bríos
ni que hinchen sus velas los aires bravíos
que pasan, veloces, con rumbo ignorado!
La nave camina por aguas inciertas.
Navega sin ruta; sus hélices muertas
no cortan el mar... ¡El barco está anclado!
Se escucha un pregón en horas tempranas;
rumores de risas, canciones lejanas
y trinos gloriosos de un ave canora.
¿Quién canta? ¿Quién ríe? Del mar de la vida
¿qué senda perdida
otean las naves que buscan la aurora?
Los viejos marinos de tristes miradas
(que en duras jornadas
recorren los mundos que forja la Idea)
sonríen, alegres, de cara al ciclón.
¿La muerte...? ¡No importa! Por una ilusión
se da la riqueza, el bien, ¡lo que sea!
Y van arrastrando sus pálidas vidas
-monótonas, grises-por sendas perdidas
e ingratos caminos.
El mismo horizonte se traza a lo lejos:
ensueños que mueren y júbilos viejos
que trocan en mundos los bravos marinos...
..................................................................................................
¡Y el barco está anclado!
En el mar incierto
que el cierzo ha rizado
la vida dejó un barco olvidado
¡mas no un barco muerto!
Su casco en ruinas
(que el mundo contempla con penas endrinas
y extraño pavor)
tiene alma de hielo sin luz ni virtudes
y guarda ilusiones y mil inquietudes
en el interior.
Son hombres que marchan de cara a otros mundos:
espíritus fáciles y sueños profundos
con risas de niños y gestos de fieras...
No viven. No mueren. Su gran ilusión
le traza un destino incógnito. ¡Son
autómatas grises en grises hileras!
Rumores de risas y coplas lejanas;
miradas furtivas que tras las ventanas
con pícaros guiños les brindan las bellas.
Su vida es sólo eso: ¡mendigos de amores
que aquí sólo tienen trabajo y dolores
y allá en las alturas... un techo de estrellas!
Un gran cuadrilátero sombrío y rocoso
con alma de piedra y cuerpo herrumbroso
se muere de hastío del mundo apartado.
¿Qué importa que bese el sol sus cubiertas?
Sus hélices muertas
no cortan el mar. ¡El barco está anclado!