MALDICIÓN DE UNA MADRE RUANDESA
Lo cogió dulcemente.
Dirigió dulcemente sus miradas al cielo.
De un brusco manotazo
estranguló los "¡ayes!" en su pecho
y al niño moribundo
abrió una fosa en el maldito suelo.
¡Sin palabras...! ¡Sin lágrimas...!
Tragándose en silencio
el resabor amargo
de los últimos besos,
la angustiada ruandesa
evocó un mundo de recuerdos...
Revivió los crepúsculos pasados
entre alegres sonrisas y amores placenteros,
y maldijo por tantas cosas íntimas
que en barahúndas de horror se llevó el viento.
***
Volvió a contemplar
al hijito ya muerto.
Lo miró dulcemente...
Le dio un último beso...
Y gritó con rabia: ¡MALDITOS SEAN!
¡Maldito el que destruye un sentimiento!
¡Quien mata una sonrisa!
¡El que asesina un beso!
¡Malditos los que impulsan estas guerras!
¡¡Malditos por infames y avarientos...!!
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