Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

jueves, 2 de junio de 2011


MALDICIÓN DE UNA MADRE RUANDESA

Lo cogió dulcemente.
Dirigió dulcemente sus miradas al cielo.
De un brusco manotazo
estranguló los "¡ayes!" en su pecho
y al niño moribundo
abrió una fosa en el maldito suelo.

¡Sin palabras...! ¡Sin lágrimas...!
Tragándose en silencio
el resabor amargo
de los últimos besos,
la angustiada ruandesa
evocó un mundo de recuerdos...

Revivió los crepúsculos pasados
entre alegres sonrisas y amores placenteros,
y maldijo por tantas cosas íntimas
que en barahúndas de horror se llevó el viento.

***

Volvió a contemplar
al hijito ya muerto.
Lo miró dulcemente...
Le dio un último beso...

Y gritó con rabia: ¡MALDITOS SEAN!
¡Maldito el que destruye un sentimiento!
¡Quien mata una sonrisa!
¡El que asesina un beso!
¡Malditos los que impulsan estas guerras!
¡¡Malditos por infames y avarientos...!!


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