Cristóbal Vega Álvarez nació poeta y murió poeta. Yo, Jana la de la niebla (Ana Vega Burgos en el mundo real), su hija, siento que lo más íntimo que puedo hacer por él, para darle una alegría donde quiera que esté, es ir poniendo en este blog, poco a poco, los incontables poemas que fueron el sentido y la justificación de su vida, lo que le hizo vivir hasta los noventa y cuatro años con el alma llena de ilusiones.
Escribir era el estímulo que le impulsaba, la campana que repicaba sobre su corazón para hacerlo latir. Escribir lo salvó de la locura de más de veinte años en prisión, de la desesperanza de perder a su amada, mi madre, Antonia Burgos Béjar, "la escritora campesina" de Villafranca de Córdoba. También hablaré de ella en estas páginas e insertaré algunos escritos suyos; en fin, mi intención es que vuele en estas ondas su recuerdo hasta el fin de los tiempos, hasta que todos volvamos a encontrarnos, como ellos decían, tras la orilla infinita.

viernes, 10 de junio de 2011

Mi tita Herminia fue su "secretaria" mientras estuvo en el penal, se encargaba de que su correspondencia saliera sin el matasellos del lugar en el que estaba, se preocupaba de él todo ese tiempo, y cuando después se casó, de ella era el traje de novia que llevó mi madre en su boda, y a ella la buscaba yo cada vez que íbamos a  Sevilla, para contarles mis cuitas de niña pequeña; escuchaba a los niños como si fueran lo más importante del mundo, te hacía sentir comprendida, querida, interesante... Y años después, cuando me hice mujer, descubrí que mucho de lo que yo soy lo había heredado de ella. Me identificaba mucho con ella, y cuando murió -¡ay, Dios!- fue casi como perder de nuevo a una madre.
   


A MI HERMANA HERMINIA
¡Siempre a tu lado!

Lo sé. ¡No me lo digas! Ya lo sé.
Sé que tu corazón está de luto,
hermana,
y sé que son tus risas
el disfraz melancólico de tus lágrimas.

¡Sé el poema sin voz de tus silencios,
tus penas sin palabras
y esas cosas que miras fijamente
cuando mira y no mira tu mirada!

De esas noches vacías 
que tú llenas de ausencias y de lágrimas,
del mensaje que traen para ti
las auroras románticas
y del peso fatal de los recuerdos,
de ese peso fatal de las nostalgias,
yo sé...
¡también yo sé,
hermana,
una historia muy triste,
una historia muy larga!

Pero hoy que tú y yo
de la vida sabemos las desgracias;
ahora que en tu pecho
no quedan flores blancas,
ni quimeras felices,
ni ilusiones doradas;
ahora que el vacío de tu vida
está lleno de penas y de lágrimas,
quiero sembrar de versos tu camino,
y entre mis versos... ¡mi alma!

Quiero que sean para ti los ritmos
de mi lira olvidada;
¡de aquella pobre lira que por ti,
sólo por ti cantaba!
para llenar tu corazón de ensueños,
para llenar de plenitudes tu alma.

Quiero que sean para ti mis versos,
¡todos los versos de mi lira blanca!;
las noches sin caminos
de mis locas andanzas,
mis ilusiones nuevas,
mis sueños, mi esperanza,
y hasta el postrer destello que en la vida
fluya de mi mirada...
... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
Lo sé. ¡No me lo digas! Ya lo sé...
Sé que tu corazón está de luto,
hermana.
Pero a tu lado, ¡siempre!
en la felicidad o en la desgracia,
encontrarás mis manos en tus manos
y junto a tu alma, ¡mi alma!





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