¡BENDITA SEAS!
Yo bendigo estas rejas que me dieron
el regalo inmortal de tu belleza
y esta senda de azares que me trajo
a los cauces perdidos de tu senda.
Yo bendigo mis horas de inquietudes
y el dolor de mis líricas ausencias,
y este dardo fatal de los silencios
que siento que se clava en mi conciencia.
Yo he salido al encuentro de mis tardes
con un romance de emociones nuevas
temblando de ansiedad entre mis labios
que en el embrujo de tus labios tiemblan...
Yo sé que tu recuerdo me enloquece
y que ante ti se rinde mi entereza,
¡y sufro!, y soy feliz cuando te encuentro
como una flor que brota entre mis rejas.
Yo necesito tu alma para siempre
como el oasis de una paz eterna,
y la luz de esos ojos que me alumbran,
¡y el calor de tus besos que me queman!
Te quiero para siempre entre mis brazos
y poderte decir: ¡Bendita seas!
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