Solo.
Piedra errante.
Carta sin destinatario.
¡Solo...!
Con la oscura carga
de su desamparo.
¡Tremendamente solo,
con su cruz y su calvario!
Con la afrenta de sus hambres.
Con el peso de sus palos.
Con el penoso azar de los caminos
en las incertidumbres de sus pasos.
¡Pobre perro vagabundo
que va implorando caricias
y...
-¡Fuera, chucho! -solo encuentra
impiedades y estacazos...!
Perros vagabundos... ¡cuántos
-¡ay!-
que por entre los cauces de la vida
buscan, para roer, huesos de amor
y sólo hallan
¡pedradas y latigazos!
La tristeza en la mirada de un perro vagabundo siempre es infinita, y queda perfectamente plasmada en este poema que es todo un grito.
ResponderEliminarEs un grito, tú lo has dicho, terrible, me entristecía al copiarlo... me entristece, pronto haré otra entrada sólo para alejar ésta un poco. Mendigar cariño es tan triste, y en quien da tanto a cambio de tan poco es dolorosísimo.
ResponderEliminarBesitos, Chesana.